El pasado miércoles cumplió 70 años uno de los personajes más relevantes en el mundo del cine de animación en las últimas tres décadas: Hayao Miyazaki. Este polifacético director, creador del famoso Estudio Ghibli, es, sin duda, una referencia el género, habiendo recibido durante años elogios y reconocimientos prácticamente con cada película que ha hecho. Quizás la cima de su proyección internacional la alcanzó en 2002 con El Viaje de Chihiro, que ganó el Oso de Oro en la Berlinale y el Oscar a la mejor película de animación.
Las películas de Miyazaki no destacan por sus efectos especiales o la creación por ordenador. Son animes en los que el dibujo se cuida al máximo, que tiran de fantasía e imaginación para sorprender, divertir y conmover. Es complicado encontrar en su filmografía algo que no merezca la pena. Por ello, en los próximos días iré posteando mis impresiones sobre la obra de Miyazaki; una obra extensa, plural y maravillosa, y que espero que siga creciendo por muchas velas que sople este magnífico cineasta.
sábado, 8 de enero de 2011
jueves, 6 de enero de 2011
El dueño de Atlantic City
Es casi imposible definir tanto una serie sólo con los títulos iniciales. Al ritmo del punteo de guitarra de The Brian Jonestown Massacre, Enoch "Nucky" Thompson se dirige hacia la orilla del mar y se queda allí. Observa lo que ocurre a su alrededor, que no es otra cosa que una inminente tormenta, olas violentas, fuertes vientos. Absolutamente desapacible, pero el genial personaje que interpreta Steve Buscemi permanece inmutable; enciende un cigarrillo, fuma tranquilamente. Luego, dejando ver unos zapatos impolutos pese a haberse mojado y llenado de arena, se da la vuelta y se va. Montones de botellas de whisky llenan la playa.
Nucky Thompson es uno de esos personajes que sostienen una serie solos. Este político corrupto es el auténtico dueño de Atlantic City cuando, en los años 20, se aprueba la ley seca. Tiene un control total, y sabe como manejarlo. Es generoso cuando debe serlo, manipulador cuando tiene que serlo, amigable cuando la situación lo requiere y, con perdón, un cabrón de cuidado cuando hace falta. Posee el don de hacer amigos y conducirlos hacia donde quiere. Oculta sus sentimientos, marcados por una trágica experiencia que se desvela hacia el final de la temporada. Construye su imperio sin que las olas que lo golpean le derriben. Porque también tiene enemigos. El poder es codiciado por muchos, y a Nucky Thompson le sobra. Lo que es irrefutable es que, dejando a un lado lo ilegal, Nucky Thompson es un profesor de política impagable.
Pero no sólo el protagonista de la última superproducción de la HBO es digno de mención. James Darmody lo es: joven protegido de Nucky Thompson, se ve obligado a ir a la guerra dejando en casa a su mujer y a su hijo; a su vuelta, tiene que reconstruir su vida, convirtiéndose poco a poco en un, por momentos, despiadado gángster. Nucky se mezcla con hampones reales como John Torrio, Al Capone o Arnold Rothstein en sus negociaciones, creando situaciones de intensa acción. Todos ellos son el objetivo del agente federal Nelson Van Alden, interpretado de manera sensacional por Michael Shannon. Este prohibicionista, firme creyente, es un personaje aterrador por momentos, incluso crudo, que se obsesiona con el caso de los asesinatos que se producen en el episodio piloto y la espiral de corrupción y crimen organizado que encuentra alrededor.
Esto es, en resumen, "Boardwalk Empire". La combinación de Martin Scorsese, Terence Winter y la HBO han creado esta nueva genialidad que, en su primera temporada, ya se ha ganado el elogio de la crítica y el fervor de los espectadores. Ver esta serie es transportarse a los años veinte, gracias a la fabulosa ambientación, y entrar en una, como diría el agente Van Alden, "ciudad de tentaciones" en la que el rey es Nucky Thompson.
Nucky Thompson es uno de esos personajes que sostienen una serie solos. Este político corrupto es el auténtico dueño de Atlantic City cuando, en los años 20, se aprueba la ley seca. Tiene un control total, y sabe como manejarlo. Es generoso cuando debe serlo, manipulador cuando tiene que serlo, amigable cuando la situación lo requiere y, con perdón, un cabrón de cuidado cuando hace falta. Posee el don de hacer amigos y conducirlos hacia donde quiere. Oculta sus sentimientos, marcados por una trágica experiencia que se desvela hacia el final de la temporada. Construye su imperio sin que las olas que lo golpean le derriben. Porque también tiene enemigos. El poder es codiciado por muchos, y a Nucky Thompson le sobra. Lo que es irrefutable es que, dejando a un lado lo ilegal, Nucky Thompson es un profesor de política impagable.
Pero no sólo el protagonista de la última superproducción de la HBO es digno de mención. James Darmody lo es: joven protegido de Nucky Thompson, se ve obligado a ir a la guerra dejando en casa a su mujer y a su hijo; a su vuelta, tiene que reconstruir su vida, convirtiéndose poco a poco en un, por momentos, despiadado gángster. Nucky se mezcla con hampones reales como John Torrio, Al Capone o Arnold Rothstein en sus negociaciones, creando situaciones de intensa acción. Todos ellos son el objetivo del agente federal Nelson Van Alden, interpretado de manera sensacional por Michael Shannon. Este prohibicionista, firme creyente, es un personaje aterrador por momentos, incluso crudo, que se obsesiona con el caso de los asesinatos que se producen en el episodio piloto y la espiral de corrupción y crimen organizado que encuentra alrededor.
Esto es, en resumen, "Boardwalk Empire". La combinación de Martin Scorsese, Terence Winter y la HBO han creado esta nueva genialidad que, en su primera temporada, ya se ha ganado el elogio de la crítica y el fervor de los espectadores. Ver esta serie es transportarse a los años veinte, gracias a la fabulosa ambientación, y entrar en una, como diría el agente Van Alden, "ciudad de tentaciones" en la que el rey es Nucky Thompson.
sábado, 1 de enero de 2011
Otro intento de retorno.
Por intentarlo que no quede, ¿no? El año está hecho para hacer propósitos de esos que nunca se cumplen, proclamados a los cuatro vientos entre copas de champán, matasuegras y gorritos. Haré uno, pues: el de darle a este blog la continuidad que nunca he conseguido bien por falta de tiempo, bien por falta de ganas, bien por falta de temas sobre los que escribir. Por simple diversión, sí, pero también como un pequeño reto personal. Y al fin y al cabo, si no lo consigo lo volveré a intentar tarde o temprano. Pero no estaría mal que esta fuera la definitiva.
Saludos, y, ¡Feliz Año Nuevo!
Saludos, y, ¡Feliz Año Nuevo!
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